viernes, 28 de noviembre de 2008

El halo de luna

Disparó. Sentado bajo aquella mampara del viejo café italiano, miró una y otra vez hacia la calle paralela. Aquella noche, la luna resplandecía bajo el halo mágico de quien nace por segunda vez. Como él que sabe lo que continua después del acto preparatorio, se levantó, miro al cielo y recordó aquella manaña en que su abuelo, hombre supersticioso y de caminar cansado, le regaló aquel diente de elefante que ahora pendía de su cuello. ¿Cuantó habrá sufrido el viejo?-pensó.
Su abuelo, si bien nunca fue el pariente más cercano, los últimos días de su vida sembró en él aquello que hasta el día de hoy, lo atormentaba en debates interiores sin fin. Algunas mañana se levantaba, poco antes de las tres entre gritos y manazos al aire,sudaba frío. El sueño... siempre él mismo.
La noche caí como poco a poco la esperanza de ver el sol de día, llenaban sus ojos de lágrimas. Todo estaba perdido. ¿Volver? imposible. ¿Huir?, no tenía nada, pero sobretodo no tenia a ¡Nadie!
Un rayo de luna, dibujó el rostro de alguien a quien la vida debe tanto y quien sabe que las deudas de juego, por mas sagradas que sean, la vida nunca paga.
Disparó. La lluvia paró. La luna reflejada en la callejuela, iluminó aquellos ojos rígidos de dolor, de un color magestuosamente rojizo. Nada. Simple acto reflejo. No había tiempo, nunca existió el tiempo. Aquel hombre, a quien su abuelo una noche de mayo, contó la historia del halo de luna, siguió lo que hasta ahora cobraba fin... La muerte, no es más que un halo, un halo rojizo de luna de mayo. Sí al mirar, tus sentidos se agudizan, si tu alma regresa al estado primitivo de un animal en caza, el tiempo no existirá más. Debes cambiar, el trueque de hoy por un mañana, o tal vez un hoy que no es más que un ayer colandosé en un futuro intermedio entre el ahora y el aquí.
La callejuela en silencio. La lluvió comienza ha evaporarse. No queda nada, más que el charco de sangre de alguien, que los vecinos y traseuntes miran asombrados, mitad elefante, mitad hombre. En la mano-animal, una pistola. Sonrié mirando al cielo y nadie entiende porque. "Era un vagabundo", " Llamen al padre". ¿Para qué? El hombre encerrado en aquella piel grisacea respira, es libre por primera vez, mientrás la callejuela se pierde en su mirada ya lejana.

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